Por su parte, la divisa brasilera se depreció un 13% durante el 2014, y en lo que va de este año ya suma más de un 14%. Esto además en un contexto donde el dólar se fortalece a nivel global. Sin embargo, lejos de mejorar, sus transacciones externas muestran un marcado deterioro reflejado en su cuenta corriente la cual alcanzó un déficit de 6.901 millones de dólares en abril (20.3% mayor respecto al mes anterior y equivalente a un 4.5% de su PBI).
A su vez, Brasil terminó el año 2014 con una inflación del 6,41%, acercándose demasiado al límite marcado por sus metas de inflación (4.5% con una tolerancia de dos puntos porcentuales). Los pronósticos para este año no son más alentadores, las previsiones calculan una inflación del 8.4%[1] rompiendo la barrera psicológica impuesta por la meta inflacionaria del Banco Central brasilero.
Es en este sentido que se ha llevado la tasa de referencia a un 13,25% y anunciado un recorte del gasto para este año de más de 21 mil millones de dólares. A su vez, el gobierno de Dilma ha presentado ante el Congreso una serie de polémicas medidas de ajuste fiscal. Entre estas, las medidas provisorias 665 y 664 que limitan las condiciones para el acceso al seguro de desempleo y a jubilaciones por viudez y beneficios jubilatorios (la primera, logró el apoyo del senado y obtuvo sanción definitiva semanas atrás).
En vistas al futuro inmediato, no se prevén mejoras sustanciales. Las denuncias por corrupción en Petrobras, que generaron un cambio radical entre sus directivos, culminaron con anuncios de recortes en los planes de inversión de la petrolera siendo que aproximadamente el 15% de la inversión del país corresponde a inyecciones de capital por parte de esta compañía. Tampoco es menor la crisis que atraviesan los principales reservorios de energía hidráulica producto de la escasez de lluvias. En un país donde más del 70% de la energía eléctrica proviene de fuentes hidroeléctricas, es lógico pensar que esta situación empuje al alza los precios ya desfasados y regulados de la energía.
Y si todo esto no fuera razón suficiente para convencer al respecto del estado crítico de la economía brasilera, podríamos señalar el reciente acercamiento de fondos especulativos, como los ya famosos fondos Elliot y Aurelius (protagonistas en el conflicto argentino con los holdouts), quienes vienen avanzando en la compra de acciones devaluadas de empresas como la mencionada Petrobras (desde fines del año pasado) y recientemente en dos importantes compañías de telecomunicaciones (Tim Participacoes SA y Oi Sa).
Puesto que Brasil representa aproximadamente un quinto de nuestras exportaciones totales y es un destino clave para nuestra industria (principalmente la automotriz), un escenario como el descripto, es particularmente preocupante para la coyuntura en Argentina (ya recesiva) la cual pareciera no contar con la ayuda de su gigante vecino durante el resto del 2015.
[1] En base al relevamiento publicado en el boletín Focus del Banco Central Do Brasil.